Los líde­res dis­rup­ti­vos son vis­tos como desa­fian­tes por­que retan a otros líde­res y con­fron­tan creen­cias fuer­te­men­te arrai­ga­das. El lide­raz­go dis­rup­ti­vo por lo tan­to con­vier­te al equi­po humano en el motor capaz de supe­rar cual­quier reto, logran­do una trans­for­ma­ción que lle­ve a la com­pa­ñía a una diná­mi­ca de inno­va­ción per­ma­nen­te.

En el mun­do actual, los líde­res dis­rup­ti­vos son los que impul­san los cam­bios en las empre­sas, aque­llos que ven las cosas des­de otra pers­pec­ti­va y ven solu­cio­nes don­de a veces no las hay o sim­ple­men­te los otros no apre­cian. Y es que, la pan­de­mia, la ines­ta­bi­li­dad eco­nó­mi­ca, o la gue­rra como con­se­cuen­cia direc­ta, en el mun­do de la empre­sa, han pro­vo­ca­do que CEO’s y direc­ti­vos se encuen­tren ante la com­ple­ja tesi­tu­ra de tener que cons­truir, apren­der, y avan­zar sin la ayu­da de un mapa que pue­da orien­tar sus deci­sio­nes.

La incer­ti­dum­bre, que se ha con­ver­ti­do en la nor­ma­li­dad, mues­tra la nece­si­dad de vol­ver a pen­sar y repen­sar cómo está fun­cio­nan­do una empre­sa. Es decir, los pila­res en los que se basa­ba el pro­gre­so de una orga­ni­za­ción, como la for­ma de lide­rar y ges­tio­nar un equi­po humano y los dife­ren­tes apren­di­za­jes o for­ma­cio­nes, ya no pue­den seguir sien­do como han sido has­ta aho­ra. Deben trans­for­mar­se para poder ser par­te de los cimien­tos sobre los que afian­zar el futu­ro de las orga­ni­za­cio­nes.

En la capa­ci­dad de reac­ción y adap­ta­ción ante las cir­cuns­tan­cias, pre­vis­tas e impre­vis­tas, resi­de en par­te el éxi­to de una empre­sa. Y, por tan­to, en la capa­ci­dad de inno­var. Por eso, las empre­sas están en un pro­ce­so de trans­for­ma­ción pro­fun­da que exi­ge pen­sar dife­ren­te y cen­trar el foco de aten­ción en su prin­ci­pal acti­vo: las per­so­nas.

“Se nece­si­ta líde­res que com­pren­dan la situa­ción de hoy a la vez que se enfo­can en el futu­ro. Que sean cons­cien­tes de la velo­ci­dad de los cam­bios y de su papel y labor a la hora de ayu­dar a trans­for­mar los equi­pos hacia una cul­tu­ra de inno­va­ción con estruc­tu­ras fle­xi­bles. El actual esti­lo de lide­raz­go pre­do­mi­nan­te tie­ne que evo­lu­cio­nar hacia el lide­raz­go dis­rup­ti­vo”, Car­me Cas­tro, coach y socio de Kai­no­va.

Las 5 habi­li­da­des de un líder dis­rup­ti­vo:

El líder dis­rup­ti­vo es capaz de mane­jar­se exi­to­sa­men­te sin mapa en un medio tan com­ple­jo y debe entre­nar­se en sus cin­co habi­li­da­des prin­ci­pa­les:

La Comu­ni­ca­ción Pode­ro­sa. Una comu­ni­ca­ción ins­pi­ra­do­ra, reta­do­ra, visio­na­ria, que influ­ye y per­sua­de para que las per­so­nas trans­for­men su para­dig­ma actual a un para­dig­ma en el que avan­zar, supe­rar­se, apren­der y mejo­rar, sean los hábi­tos del equi­po humano.

Dejar de ser la estre­lla y pasar a ser el entre­na­dor del equi­po. Des­pier­ta el talen­to dor­mi­do, esta­ble­ce diná­mi­cas de tra­ba­jo que poten­cie al máxi­mo sus capa­ci­da­des, impul­sa la crea­ti­vi­dad don­de flu­yen las siner­gias y se obtie­nen resul­ta­dos co-crea­dos por la inte­li­gen­cia del equi­po. Los entre­na para que sea una cons­tan­te en el día a día.

Explo­rar. El líder dis­rup­ti­vo ha com­pren­di­do per­fec­ta­men­te que no exis­te inno­va­ción sin explo­ra­ción. Este líder incor­po­ra el hábi­to de explo­rar y lo colo­ca en su agen­da. Se entre­na en la bús­que­da de ideas, des­cu­brien­do posi­bi­li­da­des que de otra for­ma no hubie­ra ima­gi­na­do.

Inno­var. Esta habi­li­dad le per­mi­te reco­no­cer y valo­rar que para inno­var debe apren­der y equi­vo­car­se, así como tam­bién apren­der a arries­gar­se. Acep­tar que inno­var es sinó­ni­mo de con­vi­vir con el ries­go. El líder dis­rup­ti­vo se sien­te cómo­do asu­mien­do ries­gos y se atre­ve a pro­bar lo que no se ha hecho ante­rior­men­te.

El equi­li­brio entre explo­tar y explo­rar. Se tra­ta de com­bi­nar ambas habi­li­da­des para lograr que la ope­ra­ti­va sea cada vez más efi­cien­te, a la vez que se está inno­van­do. Se logra así un mode­lo de pro­ce­so expan­si­vo don­de cada vez exis­ten mejo­res resul­ta­dos gra­cias a los apren­di­za­jes que incre­men­tan con­ti­nua­men­te las capa­ci­da­des del equi­po, indi­vi­dua­les y colec­ti­vas.

Según expli­ca Cas­tro, cuan­do estas cin­co habi­li­da­des se tra­ba­jan correc­ta­men­te, las empre­sas ganan en todos los ámbi­tos. La rela­ción y ges­tión con los equi­pos cre­cen al igual que con las de direc­ción, y los car­gos medios se sien­ten más fuer­tes y segu­ros, con un mayor poder de deci­sión, ganan­do así en proac­ti­vi­dad y auto­no­mía. El lide­raz­go dis­rup­ti­vo con­vier­te al equi­po humano de tu empre­sa en el motor capaz de supe­rar cual­quier reto, logran­do una trans­for­ma­ción que lle­ve a la com­pa­ñía a una diná­mi­ca de inno­va­ción per­ma­nen­te.