En Colombia, no estamos haciendo bien la tarea de innovar y esto se ve reflejado en el informe presentado por La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (Ompi), en donde el país ocupa la posición número 67 en el listado del Índice Mundial de Innovación.

Teniendo en cuenta los criterios sobre los cuales fueron evaluadas las economías más innovadoras del mundo, el país sigue rezagado en: desarrollo empresarial, investigación, infraestructura, capital humano y la producción creativa de conocimientos.

A lo largo de los años nos han enseñado que la innovación consiste en introducir nuevas cualidades para mejorar algo que ya existe. También para responder a una necesidad, que poco o nada, ha sido suplida. Pero no nos podemos quedar en esta reflexión carente de profundidad. La innovación no puede seguir viéndose como un fin de moda, pasajero y necesario para verse actual.

 

Hay dos cosas que no se detallan muy bien en el informe de la Ompi y son los factores educación y tecnología. Suiza, país que ocupa el primer lugar en el listado, conecta de manera sistemática la academia, la ciencia y la tecnología. Esto hace que su modelo científico sea extraordinario y que – la conexión entre estos factores – le permita a la sociedad monetizar sobre la demanda de nuevas tecnologías del mismo estado, entre tanto reciben financiación, estímulos e incentivos por medio de la innovación.

Para nuestro caso, la empresa privada y las universidades pueden hacer todo el esfuerzo del mundo, pero si el país no incorpora la innovación como una política bandera (que cuente con recursos suficientes, sumado a la intención de generar valor y resolver problemas relevantes), los efectos no se verán reflejados en la economía ni en el liderazgo de las industrias nacionales.

En el mundo, Suiza, Suecia, y Estados Unidos ostentan el top 3 de las naciones más innovadoras. En América Latina, Chile ocupa el primer puesto, seguido de México y Costa Rica. Por encima de Colombia siguen estando Brasil y Uruguay. Ahora bien, no podemos quedarnos atónitos en la crítica o el asombro. Seguramente la Dirección de Innovación y Desarrollo Empresarial, así como el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación están haciendo la tarea. Lo cierto es que no es suficiente lo ejecutado hasta el momento.

Se hace necesario convencernos de que innovar no es vernos más creativos y disruptivos. La innovación debe ser el camino que nos lleve a: crear valor para compartirlo con el mundo, solucionar problemas macro y hacernos necesarios para la economía transnacional. Así tendremos un indicador propio que se fundamentará en el éxito, la competitividad y el crecimiento nacional.

 


Por Diego F. Jiménez A
CEO – Founder
agenciainforma.com